“Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro. Lo
dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las
florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a
mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal”
Juan
Ramón Jiménez escribe Platero y Yo
al volver a su pueblo natal, Moguer, después de haber pasado unos años en
Madrid. A su regreso, Juan Ramón se encuentra en un estado de salud delicado y
su familia atraviesa una mala situación económica tras la muerte de su
padre.
La
visión de un Moguer deteriorado hace que Juan Ramón se distancie de la gente del
pueblo y se desilusione. Atrás quedó el Moguer de su infancia. En su
aislamiento, encuentra la comunicación deseada con Platero, el destinatario de
sus pensamientos. En él, el poeta vuelca toda su ternura, Platero será el objeto
de la exteriorización poética de Juan Ramón, el ser que le mueve a la
manifestación lírica, y quien parece entender todo lo que nombra el poeta. Sólo
con Platero puede compartir su
mundo interior, su alma de poeta.
La
obra narra la estrecha relación del poeta y su burro, Platero; pero
ambos interactúan con los niños, otros animales y el entorno natural de Moguer.
Es
un libro que conviene ser leído de niño, pero que se entiende mejor de
adulto.
Un burrito de
verdad:
No solo asistimos al ciclo vital de Platero, desde su juventud hasta su muerte;
sino que lo vemos en su dimensión animal de compañero del hombre, está dotado de
una alegre y retozona personalidad, es inocente, y es vulnerable; lo vemos pasar
accidentes que le causan dolor: pisa una espina, le pica una sanguijuela, le
pican los tábanos, la coz de un potro, además pasa los estragos de la agonía y
ocupa una presencia en el recuerdo del poeta, quien lo entierra cerca de su
casa.
Platero
destacará porque no está relegado por su amo, más bien lo lleva a todas partes,
viajan juntos, el lo trata como a un niño y lo comparte en afecto con los niños de Moguer, con quienes juega
y pasea, comparten alimentos y
vivencias como la contemplación del atardecer.
La
presencia del dúo hombre burro domina la escena en el pueblo, Platero interactúa
con otros personajes por su mansedumbre, personifica la nobleza animal necesaria
para la supervivencia de los hombres sensibles.
ESTRUCTURA:
Aparentemente
el libro está constituido por breves estampas que entre sí no guardan un orden
temático y responden a impresiones, sensaciones y recuerdos de Moguer en la
etapa infantil de Juan Ramón Jiménez. En este sentido aparece como un diario en
donde se detallan los aspectos más interesantes de la realidad moguereña, del
pensamiento y del sentimiento del autor. Sin embargo, ni es un diario ni un
libro autobiográfico, sino una selección de historias tomadas de un mismo
ambiente real y escogidas entre los múltiples recuerdos del
pasado.
Su
estructura responde a un esquema circular, cerrado. Comienza en una primavera
(se alude en el capítulo VIII al Sábado Santo) y termina en la misma estación,
de modo que en el ciclo completo de un año se desarrolla la vida de Platero (en
el capítulo CXXXV, “Melancolía”, visita el poeta su tumba en el mes de abril).
Su principio y fin aparece unido a la “mariposa”, símbolo del alma ya desde la
antigüedad clásica, y por tanto de la riqueza espiritual, y la “sangre”, señal de dolor humano. Entre estos dos
extremos, totalmente conectados en la poesía juanramoniana, se encuentran las
vivencias de Platero
La
espiritualidad simbolizada en la mariposa aparece en el capítulo II (“Mariposas
blancas”) todavía de una manera leve, pero en los capítulos finales se va
manifestando con todo su valor (la espiritualidad se trasciende en la eternidad)
en una interesante gradación: primero (en el capítulo CXXXI) bajo la visión de
dos mariposas (en realidad una y su propia sombra), una blanca y otra negra,
presagio de muerte; después (en el CXXXII) como una mariposa de tres colores
cuando Platero ha muerto (pero su vida ha dejado “color” en el mundo), y
finalmente las “vagas mariposas blancas” (CXXXIII) que se unen a las flores en
una conjunción de eternidad, se resuelven en una definitiva mariposa blanca
(CXXXV) que no deja de volar de lirio en lirio. Así, se afirma la perduración
de la vida por el espíritu.
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Constituido por breves estampas sin orden temático.
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Impresiones, sensaciones y recuerdos del autor.
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Sin carácter autobiográfico.
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Esquema circular cerrado.
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Se desarrolla durante un año completo.
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Los símbolos principales son la mariposa y la sangre.
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Compuesto por 135 capítulos y algunos posteriores de reflexión escritor por el
mismo autor.
GÉNERO Y
ESTILO
Platero
es difícil de clasificar. Se podría decir que reúne dos géneros literarios, el
lírico y la novela. Algunos lo califican de relato poético de poemas en prosa.
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Rico y abundante en vocabulario.
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Intención pedagógica.
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Andalucismos.
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Abundancia de metáfora y comparación.
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Simbolismo.
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Abundancia de adjetivos.
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Animación.
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Cercanía con el lector.
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Interrogación retórica.
TIEMPO:
Moguer
es uno, pero cada estación del año le da un matiz diferente, esto ocurre por la
sucesiva coloración de las
estaciones, la variedad de los trabajos en el campo y en el lugar, las fiestas,
etc.
No se trata de un año rigurosamente
cronológico, sino de un módulo poético. Este año reúne los “modos” que el poeta
había vivido en su infancia y adolescencia.